Si algo me caracteriza es que siempre estoy pensando y dándole vueltas a la cabeza. Hay noches que también me las paso pensando y no me duermo. Así que para dejar de pensar tuve que inventarme un método que me permitiera desconectar por unos segundos y poder coger en uno de ellos el sueño. Es el siguiente:
Con los ojos cerrados visualizas una habitación amplia, pero no inmensa. En tu mano izquierda llevas una brocha y te acercas a la pared izquierda. La pintas de blanco. Haces lo mismo con la pared derecha y con la del fondo.
Te aproximas a una de las esquinas y pintas el techo en blanco. Una vez que tienes todo pintado de blanco centras tu visión en una de las esquinas superiores del cuarto. Todo es blanco. Tu mente es blanca. El único pensamiento que pasa por tu cabeza en esos instantes es el blanco, sin matices, sin resquicios, sólo blanco. Y dejas de pensar.
Probad y ya veréis cómo se queda la mente en blanco. Literal.
PD: Hubo un día que me preocupé por dónde dejar la brocha, pero no suele ser lo habitual.
Sigo pensando...
Punto y (quizá) aparte
Hace 2 meses
3 comentarios:
Yo también hago lo mismo, aunque directamente con una pared :)
A mí también me cuesta un montón dejar la mente en blanco. Es más, yo creo que mi cerebro me p--tea.
¡Me encanta el detalle final de la brocha! Jajaja. Un diez!
Hay que reconocer que una pared es más rápida de pintar que una habitación, pero bueno, yo uso el cuarto porque así, si se me va la vista, siempre veré blanco.
Lo mejor de pintar con la imaginación es que no hace falta ni decapar, ni segunda mano, es como el photoshop: inmediato.
Publicar un comentario