«Esta leche vendida, en limpio me dará tanto dinero, y con esta partida un canasto de huevos comprar quiero, para sacar cien pollos, que al estío me rodeen cantando el pío, Pío. Del importe logrado de tanto pollo mercaré un cochino; con bellota, salvado, berza, castaña engordará sin tino, tanto, que puede ser que yo consiga ver cómo se le arrastra la barriga. Llevarélo al mercado, sacaré de él sin duda buen dinero; compraré de contado una robusta vaca y un ternero, que salte y corra toda la campaña, hasta el monte cercano a la cabaña.»
A todos se nos puede romper el cántaro, pero y si no se rompe, ¿qué? Entonces vendrán los listos de siempre a decirle la suerte que tiene y que reparta con hacienda parte de sus beneficios. ¡Ay de las lecheras!
Sigo pensando...
Punto y (quizá) aparte
Hace 2 meses
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